Con Ana Mariscal y Sarita Montiel
En el verano de 1969 se celebraba en Moscú el Festival Internacional del Cine.
Un día los españoles que residíamos en la capital invitamos a cenar a la delegación española en la que se encontraban Ana Mariscal y Sarita Montiel.
La comisión organizadora del encuentro se ocupó de reservar una buena sala del restaurante "Budapest" - ubicado no lejos de la Plaza Roja - y encargó una sabrosa cena con platos de la cocina nacional rusa.
Mi padre y yo asistimos a la cena.
Fue un inolvidable encuentro: los representantes del mundo cultural español no tuvieron miedo de reunirse con compatriotas suyos a los que las "autoridades competentes" españolas ya hacía décadas que no permitían pisar el suelo que los vio nacer. Y no escatimaron unas horas - de las pocas de que disponían para su descanso - con tal de hacernos felices. Pero creo que los detalles de aquel encuentro es mejor buscarlos en el periódico español "Levante", que cuidadosamente guardo.
Por haber transcurrido ya más de 25 años desde que apareció esta valiente y honrada publicación - que describe el ambiente que reinaba en aquella cena - creo necesario reproducir algunos pasajes de ella.
Se titula "La Rusia que yo he visto" y su autora es Ana Mariscal.
Bajo el subtítulo de "Un cuplé de Sara Montiel para los españoles soviéticos", Ana escribe:
... Durante la cena que nos dieron, los españoles de ahora, tuvimos que cambiar de sitio en la mesa cuatro o cinco veces para que todos pudieran disfrutar de nuestra proximidad y compañía.
A mi izquierda se sienta ahora Virgilio Llanos, hijo. Es fuerte, como de cuarenta y tanto años. Tiene buen color y es simpático. Hablamos de España dolorosamente querida por todos ellos... Me habla del reencuentro, después de más de treinta y cuatro años, con su madre que es actriz de la compañía de Lola Membrives y la conocí en Buenos Aires.
A los postres cantamos todos juntos... Sara Montiel canta "La Violetera". Yo recito a Lope de Vega y la ovación que recibo me retiembla en las rodillas.
Los camareros rusos, terminado su trabajo, no se han marchado; en mangas de camisa, presencian, mudos, la escena, en los ángulos de la habitación. Pero su expresión es familiar, emocionada y alegre, partícipes de esta extraña y ruidosa reunión donde unos españoles desgajados por el drama de la guerra civil, quisieran prolongar hasta el infinito esta noche que será inolvidable para ellos. Y para nosotros.
Sara canta una nana asturiana a un muchacho que nació en la mina. De vez en cuando se le olvida la letra. Es igual. El asturianín llora con letra o sin letra.
Y el comisario que fue de nuestra guerra, Virgilio Llanos, padre, se abraza a mí en la despedida como para no soltarme nunca. Es pequeño y ya pasó de los setenta. Y me agarra, me agarra con fuerza, como tal vez se agarrara a la tierra aragonesa en la ya lejana batalla del Ebro.
Para prolongar más la reunión nos vamos andando hasta el hotel. Moscú está solitario. Pronto amanecerá. Estos españoles que viven aquí tienen un aire modesto. Por el aspecto parecen obreros o maestros de escuela de los años treinta, pero, preguntándoles, averigua uno que todos ellos tienen carrera. Son médicos, ingenieros, arquitectos.
En Rusia hay tanto interés por saber cómo se vive en el mundo capitalista como aquí por saber cómo es el mundo comunista. Pero es muy difícil conocernos de verdad. No es un paisaje distinto. Es una sociedad distinta. Una sociedad que trato de conocer en unas semanas. Un pueblo que me parece conocer hace siglos.
Guardo dos prendas de este agradable encuentro. Son las fotos de Ana Mariscal y de Sarita Montiel que me regalaron, como a otros compañeros, con sus dedicatorias.
La dedicatoria de Ana Mariscal dice: "A Virgilio Llanos mi recuerdo tan grato pasando por Buenos Aires"
Sara Montiel escribió: "A Virgilio Llanos hijo, con mi cariño"
Un sismo destruye Buynaksk
El 14 de mayo de 1970, al amanecer, un telefonazo me hizo sobresaltar. Presentía alguna desgracia. Efectivamente: me comunicaban desde Majachkalá que un sismo fuerte acababa de cometer muchos estragos en la ciudad montañesa daguestana de Buynaksk.
Yo debía salir inmediatamente para el funesto lugar.
Inna, como es natural, se asustó. Nadie sabe en estos casos cuántas sacudidas o aftershocks - como las denominan los científicos - habrá aún, y tampoco su fuerza. Pero una cosa estaba clara: los focos de los aftershocks generalmente coinciden con el foco del temblor principal, o están situados junto a éste. Ahora puedo afirmar que las sacudidas que experimentamos aquellos días en Buynaksk fueron muy desagradables.
Una unidad especial de "Glavyug" - compuesta por trabajadores muy cualificados de nuestra organización de Krasnodar - ya había participado solidariamente en la liquidación de las consecuencias del sismo que en abril de 1966 destruyó gran parte de la ciudad de Taskent, capital de la República de Uzbekistán.
Yo estaba seguro que la experiencia de los obreros y de mis colegas nos ayudaría a liquidar los estragos de la desgracia.
Transcurridas 10 horas ya recorríamos las calles de la desolada ciudad, cubiertas de ruinas de las viejas casas y "sáklyas" no sismorresistentes.
Antes de la Revolución de Octubre esta ciudad se llamaba Temir-Jan-Shurá, pero en 1922 la ciudad fue rebautizada con el apellido de uno de los organizadores y dirigentes de la lucha por el poder soviético en Daguestán Ullubi Buynákskiy, fusilado por los contrarrevolucionarios.
El proyecto de participación de las organizaciones de "Glavyug" en la liquidación de las consecuencias del sismo se componía de dos apartados:
1º.- Organización de un "tren-vivienda" en las afueras de la ciudad, en cuyos vagones residirían los especialistas y obreros de nuestra empresa que vendrían a trabajar a Buynaksk;
2º.- Construcción de toda una serie de modernas casas sismorresistentes en un distrito nuevo de la ciudad para los habitantes cuyas viviendas fueron destruidas por el siniestro.
Transcurridos cinco días el "tren-vivienda" ya funcionaba y los 1.000 obreros y especialistas que residían en él construían y reparaban todo aquello que nos había sido encomendado. No me había equivocado: la experiencia de la unidad especial de "Glavyug" que trabajó varios años en Taskent fue decisiva para la realización de los trabajos en Buynaksk.
En el anverso de la medalla que, transcurridos unos años - como a otros muchos partícipes de aquellos acontecimientos - me fue concedida por el Gobierno de Daguestán, leo:
Al constructor de Daguestán.
Y en el dorso están grabadas las palabras:
Al activo partícipe en la liquidación de los efectos del sismo.