La muerte de mi padre
El 2 de abril de 1973, al mediodía, la apagada voz de mi secretaria Tamara Ivánovna me comunicó que mi padre acababa de fallecer de un agudo ataque cardiaco.
Ya hacía más de un mes que Virgilio se encontraba ingresado en un hospital en el que se curaban los viejos bolcheviques: este era el único privilegio que mi padre se había ganado en sus 77 años.
Fui uno de los testigos de su lamentable y paulatino agotamiento político que, evidentemente, aceleró su muerte. A él, que siempre había idealizado en su mente quijotesca la lucha por alcanzar el socialismo, le era muy difícil vivir en la atmósfera contaminada de indecencia que frecuentemente veía a su alrededor.
Y es que mi padre era un revolucionario de buen linaje que siempre había vivido para el Socialismo, a diferencia de otros pseudo revolucionarios que toda su vida han vivido y viven del Socialismo, sea éste el real o el que ellos inventan y prometen construir.
Virgilio falleció sin poder regresar jamás a su entrañable España.
Francisco Franco Bahamonde sobrevivirá a Virgilio de los Llanos Manteca un poco más de dos años y medio.
Las cenizas de mi padre, según su última voluntad, yacen en el cementerio del Monasterio "Donskoy" de la capital rusa. En la pequeña lápida de mármol gris que cubre sus cenizas está tallado un clavel: la flor símbolo de su vida de luchador.
¿Cómo transcurrieron los 34 años del segundo exilio en la URSS de mi padre?
En una carta que envió a su amigo R. cuando terminó la guerra civil española le dice:
... Hace unos días que estoy en la URSS...
Estamos en una casa de descanso. Aquí me tienes, más viejo y cojo, pero con el ánimo de siempre. He tenido carta de mis hijos. Una buena carta y me envían una fotografía de los tres...
Desde los primeros días de su llegada a la Unión Soviética Virgilio comenzó a prepararse para regresar a la vida clandestina, a la lucha. En su autobiografía confirma que ya en 1939 José Díaz y Dolores Ibárruri le comunicaron que se preparase para salir al extranjero.
En una carta con fecha del 10 de septiembre de 1940 - que mi hermana Carmen envió desde la casa de niños de Leningrado a Virgilio, entonces residente en Moscú - se confirma que Vicente Uribe nos había comunicado a los tres hermanos que era probable que nuestro padre saliese de la URSS.
El 22 de junio de 1941 comenzó la agresión de la Alemania fascista contra la Unión Soviética. Con la casa de jóvenes españoles que residían en la capital soviética mi padre fue evacuado a la ciudad de Samarcanda, al Asia Central. Allí trabajó y residió Virgilio hasta 1946 siendo uno de los responsables del colectivo de aquella casa de jóvenes españoles. Allí fue donde en 1942 recibió la triste noticia de que su hija mayor, mi hermana Carmen, había caído a sus 18 años prisionera de los nazi en el Cáucaso del Norte y había sido entregada por éstos al Gobierno franquista.
Los compañeros que compartieron con mi padre aquellos difíciles años en la República Soviética de Uzbekistán me contaban cuanto sufría él esperando, por un lado, salir de la URSS de un momento a otro para proseguir la lucha contra el fascismo español y pensando, por otro lado, que se separaría definitivamente de sus hijos dispersados a miles de kilómetros: Carlitos en los Montes Urales, yo en la Rusia Central, a orillas del río Volga, y Carmen en alguna parte de España.
Pero los días, los meses, los años transcurrían y mi padre no recibía promesa alguna respecto a su marcha que no fuera jarabe de pico.
Una carta que nos envió a Carlos y a mí desde Samarcanda el 28 de febrero de 1945, es decir, todavía en tiempo de guerra, dice textualmente:
... No es que yo espere nada nuevo, pues yo sé a qué atenerme respecto a las cosas que me pasan y de las que nunca os he hablado, ni hoy lo haré; pero sí tenéis que saber que desde que estoy en la URSS estoy recibiendo por parte de la dirección del Partido un trato inmerecido y con el cual ni ahora ni nunca voy a estar conforme...
Sólo tengo un descontento moral y político por estar firmemente convencido de que conmigo no se ha seguido una justa ni acertada política de cuadros...
En todas las cartas de los dirigentes del PCE en la URSS, del Comité Nacional de la UGT en París, de la Federación Española de la Industria de Espectáculos Públicos (UGT en Francia), de la Secretaria General de la Federación Sindical Mundial, y algunas más, desde 1939 hasta diciembre de 1948, se asegura a Virgilio de los Llanos Manteca que todo está dispuesto para su salida de la URSS. Amaro del Rosal, en una de sus cartas, incluso comunica a mi padre desde París que
... me han hecho responsabilizarme en tu sostenimiento en tanto te encuentres en este país. En el Ministerio del Interior me dijeron que era cosa de días transmitir la autorización. ¿Llegó ya? Yo creo que sí...
Te comunico todas noticias temiendo que ya lleguen tarde, pues te estoy esperando de un momento a otro...
En espera de su "salida" que, como Virgilio dice en su autobiografía,
... jamás se realizará por complicaciones infinitas...
mi padre estudiará en 1946-1948, durante 18 meses, en una escuela política del CC del PCUS en la región de Moscú, a donde fue enviado con otros compañeros por la dirección del PCE. Casi diez años, engañado, Virgilio esperará entre bastidores que el segundo apunte le indique cuándo debe incorporarse a la lucha clandestina.
Transcurrida dicha década, y habiendo comprendido que su salida ya había sido cancelada por alguien, mi padre trabajará como consultante teatral en el Gabinete "Shakespeare" de la Casa del Actor en Moscú, ayudando con sus consejos a las compañías de los teatros que ponían en escena obras de los clásicos españoles.
Más tarde, desde 1950 hasta 1957, ocupará los puestos de corrector de español en la Editorial "Pravda" y desde 1957, hasta su prematura muerte, en la Editorial "Progreso".
A mi padre no lograron sepultarlo en el olvido. A su entierro acudieron sus numerosos compañeros españoles y soviéticos. Y también mis amigos y compañeros. Y los de Inna. Y los compañeros de trabajo y estudio de nuestros hijos.
Entre los pésames de compañeros que por encontrarse lejos no pudieron acudir a su entierro, nuestro archivo guarda uno enviado desde España que me emociona cada vez que lo leo.
El pésame, dirigido a mí, dice:
Querido Virgilio: Hay horas tan malditas que debería saltarse el reloj, noticias que jamás tendrían que ser realidades.
Nos pertenecía a todos, era algo más que amigo y camarada, era el consejo y la ayuda en los momentos decisivos.
La noticia me es insuficiente, sigue viviendo en mí, sigue siendo realidad, continúa el diálogo alterando con el magistral café que él preparaba.
¡Cuántos días en mi imaginación hemos caminado juntos, visitando ciudades y campos que ayer fueron esperanza y que hoy, después de 35 años, siguen sin dejar de serlo! Camino cada hora junto a mi comisario lleno de energía y vitalidad. Camino y camino, dialogo y dialogo. Déjame, querido Virgilio, que sueñe, que siga dialogando con él.
Jesús Sáez
En la foto: Jesús Sáez, Alejandra Soler y Virgilio Llanos Manteca en el partido de fútbol "España-URSS". Moscú
Entre las cartas y telegramas de condolencia figura uno enviado desde Francia firmado por el CC del PCE, otro de los compañeros españoles residentes en Kíev, otros muchos de los dirigentes técnicos y políticos de las regiones del Cáucaso del Norte con los que trabajé siete años.
Estoy orgulloso de ser hijo de Virgilio de los Llanos Manteca, honrado y modesto extremeño del que Zafra puede estar orgullosa.
En la foto: Virgilio padre y Virgilio hijo
Cuando diariamente, después de la jornada de trabajo, me dirijo a mi casa, paso por la Avenida de Kutúzov y veo el balcón-terraza del 5º piso del edificio en el que residía mi padre. Sus amigos lo llamaban "Café Madrid". Allí, apretados pero contentos, siempre encontraban sitio todos los que venían a visitar a Virgilio y escuchar sus sabios consejos respecto a los problemas de la vida.
En este balcón-terraza mi padre fumaba los célebres cigarros puros que nunca desaparecieron de sus labios. De haberlos fumado en la pequeña y única habitación que le servía de comedor y dormitorio se hubiese asfixiado por el humo.
En este "Café Madrid" pasamos muchos días, tardes, e incluso noches, oyendo su inconfundible voz que ora relataba detalles de episodios vividos ora predecía con entusiasmo nuestro próximo regreso a la Patria.
Cuando transcurridos seis años después de su muerte mi madre venga por segunda vez a visitarnos a Moscú ella, ante la tumba de Virgilio, dirá:
¡Siempre intentaron cortarle las alas!
Nuestras Bodas de Plata
El 27 de diciembre de 1973 celebrábamos el vigésimo quinto aniversario de nuestra boda. Yo me encontraba enfermo y habíamos decidido celebrar la fiesta en casa con nuestros dos hijos. Ya hacía 9 meses que mi padre había fallecido.
A la hora de la comida en una de las habitaciones sonó la marcha nupcial de Mendelssohn, se abrió la puerta y nuestros hijos, vestidos de gala e imitando la ceremonia de un casamiento civil, salieron a la sala. Nos pidieron a Inna y a mí ponernos juntos de pie y situarnos frente a ellos. Nos leyeron un escrito:
En nombre de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
y de la hermosa y añorada tierra de España,
en nombre de la elevada fidelidad y del delicado amor,
de la voluntad del Acontecimiento que os unió
y de la conformidad que lo engendró,
reconociendo con alegría que vemos una Maravilla,
comprendiendo felizmente que os debemos nuestra existencia a vosotros dos,
hoy, como hace 25 años, jóvenes y fuertes en vuestro sentimiento,
os declaramos ser Esposo y Esposa.
Andrés destapa una bandejita: en ella brillan dos anillos nupciales. Nos piden que nos los coloquemos recíprocamente. Los han comprado con sus ahorros y en secreto, para que en adelante siempre los llevemos puestos. Nos sentamos a la mesa y nuestros hijos gritan "gorko", obligándonos así a que Inna y yo nos besemos una vez más, como en las bodas rusas, como lo hicimos hacía ya un cuarto de siglo.
1973. Moscú. Nuestras bodas de plata
¡Hasta siempre, Cáucaso del Norte!
... Cuando alguien me pregunta ahora cómo aprecio los años de mi vida que dediqué a la construcción en la región del Cáucaso del Norte no tengo otra respuesta que no sea la de una sincera satisfacción. Además de adquirir nuevos conocimientos prácticos a escalas territoriales tan grandes en la rama de la ingeniería, pude también - con ayuda de ellos - apreciar desde un elevado nivel jerárquico el desarrollo industrial del Socialismo que construía el pueblo soviético hacía ya 57 años, sus éxitos y fracasos, aquello que - a mi parecer - había que corregir y lo que había que desarrollar.
Recuerdo aquellos años con nostalgia. Fueron días de intenso trabajo creador de colegas y amigos que compartimos la pasión por la construcción. Frecuentemente proseguíamos el trabajo por las noches. Después supe que entre ellos, cariñosamente, mis colegas las llamaban "noches virgilianas".
Estoy orgulloso de que mi trabajo en aquellos años haya sido altamente apreciado. En 1973 me fue conferido el Título de "Constructor Emérito de la República Socialista Soviética Federal de Rusia".
Es un título que redobla mi constante preocupación por ese gran y entrañable país.